La crisis, el bipartidismo, la austeridad y los conflictos sociales

Martes 2 de septiembre de 2014, por Mar

Ernesto Díaz | Viento Sur

Desde el inicio de la crisis hubo un entendimiento entre PSOE y PP en los elementos centrales de las políticas de austeridad. Hagamos repaso general de las reformas y ajustes llevados a cabo por ambos partidos desde el gobierno del PSOE en 2008 al actual del PP. La legislatura del PSOE: rebaja del 5% del sueldo de los funcionarios, reforma laboral, reforma de las pensiones, inyecciones de decenas de millones de dinero público a la banca privada, recortes presupuestarios enormes a los servicios públicos... La legislatura del PP: nueva reforma laboral, nueva reforma de las pensiones, subida del IVA, recrudecimiento de los recortes presupuestarios...

Estas políticas comparten en esencia el mismo objetivo: intentar salir de la crisis empobreciendo a las y los trabajadores, precarizando a las clases medias y beneficiando a los grandes y medianos empresarios y banqueros. Se apoya en la destrucción de derechos y servicios conquistados por la gente trabajadora.

Sin embargo desde el inicio de la crisis la gente trabajadora no era capaz de ver claramente quienes eran sus aliados (el resto de gente trabajadora que sufría las consecuencias de la crisis, aunque no fuera de la misma forma) y quienes sus enemigos (el bipartidismo, el régimen del 78 y las clases dominantes -banqueros, empresarios-). Para delimitar esos campos políticos, los de la gente trabajadora aliada y los enemigos, hacían falta experiencias de lucha que permitiera enseñar sobre la práctica los intereses comunes que compartía la gente trabajadora frente a los banqueros y empresarios, el bipartidismo y el régimen. Por fortuna hemos vivido un ciclo largo de luchas que ha permitido a la gente ver cual era su campo, el de la gente trabajadora, y cual el del enemigo. Aunque no sin problemas. Pasemos a analizar ese ciclo.

De la ilusión social a la ilusión electoral

En esta parte abordaremos una serie de discusiones en torno a las aportaciones (y límites) de "lo social" (o de la lucha social) en la acumulación de fuerzas desde el inicio de la crisis. Sobre todo, pretendemos abordar las limitaciones de los ciclos de movilizaciones, que han sido tan importantes para el nacimiento de Podemos, pero que no han conseguido victorias significativas. Pretende ahondar en las causas de sus fracasos parciales sin negar sus evidentes triunfos.

Del inicio de la crisis al 15M

Los primeros meses de la crisis coincidieron con una época tranquila a nivel de movilización social. Excepto movimientos estudiantiles como el "No a Bolonia", no parecía haber ninguna respuesta por parte de sectores sociales. Las políticas de ajuste llegaban poco a poco y eran soportadas por todos los agentes sociales sin respuesta.

Los ajustes a las gentes trabajadoras (en este concepto englobamos a estudiantes precarios, mujeres, inmigrantes, parados, trabajadores en general...) que aplicaba el PSOE empezaban a hacerse sentir.

La pérdida de legitimidad de estas políticas era importante. Pero no parecía haber ninguna organización que fuera capaz de articular una respuesta. La huelga general del 29S del 2010 convocada por CCOO y UGT permitieron aglutinar mucha gente descontenta, pero su falta de continuidad y permanente retorno al pacto social vetaban a ambas centrales como agentes capaces de vertebrar respuestas masivas, contundentes y extendidas en el tiempo que dieran victoria a los que se movilizaron contra tales injusticias. Los partidos a la izquierda del PSOE no eran capaces de relanzar una movilización de la envergadura que hubiera hecho falta para frenar los ajustes. Por otra parte, las respuestas sociales al margen de los sindicatos y los partidos que fueran capaces de aglutinar el descontento y convertirlo en movilización no se dieron hasta el 2011

En tales condiciones, con las centrales sindicales buscando pactos con el gobierno y la patronal y sin objetivos de movilizar, con los partidos a la izquierda del PSOE sin capacidad de aglutinar el descontento y con movimientos sociales inexistentes la situación parecía a corto plazo irreversible. Sin embargo el descontento estaba fuertemente acumulado, aunque no encontrara una expresión clara. Solo hacía falta una chispa que prendiera la mecha de la respuesta social...

Esta chispa se encendió con la represión a una acampada hecha en Barcelona, que se tradujo en la semana del 15 de mayo del 2011 que reprodujo acampadas solidarias en todo el Estado. Pero no se podían limitar a la solidaridad. Las masivas asambleas diarias aglutinaban por fin un descontento con la política de austeridad que, sin embargo, no encontraba una expresión política coherente más allá del “Democracia real ya” o “No somos mercancía en mano de políticos y banqueros”. La gente movilizada con el 15M se cuenta por millones (entre 2 y 7). Pero las simpatías son mucho más amplias. Sus repercusiones posteriores tienen que ver sobre todo con la apertura de un ciclo largo de movilizaciones, la construcción de consensos sociales anti-austeridad, potenciación de nuevas formas de organización...Pero no consiguió victorias en lo referente al freno de tal o cual política. A nuestro parecer ello se debe a muchas cosas:

  • Fragmentación social, político-ideológica y metodológica. El 15M despertó un reconocimiento entre iguales de la gente que se encontraba en las plazas. Pero no permitió una delimitación clara entre las gentes trabajadoras con intereses comunes y el enemigo. Ello se debe a la enorme fragmentación acumulada tras años de desindustrialización (fragmentación social) y de despolitización de la gente (fragmentación político-ideológica). Esto termina traladándose a los métodos asamblearios del 15M y cristalizando en una metodología incapaz de ser eficaz.
  • Inexperiencia de la gente que luchaba. La mayoría absoluta que participó no tenía una tradición de lucha. Había sido educada en la apatía hacia lo político y en la aversión hacia lo sindical (no sin cierta razón). Por ello en el momento de lanzarse a la lucha no había acervo común, no había experiencias colectivas de lucha ni un agente con legitimidad para tomar la batuta. ¿Como organizar una pelea de largo aliento? ¿Como concretar reivindicaciones? ¿Que métodos emplear para una cosa y otra? El punto de partida era tan atrasado que el movimiento no supo responder eficazmente a dichos retos político-organizativos.
  • Masividad y desconfianza hacia lo organizado. Las dimensiones sociales del 15M superaron más de cien veces la capacidad de cualquier organización existente de insertarse y ser reconocida como cabeza. A esto se suma que el 15M nació como nació, como respuesta social al margen de lo organizado. No se vio reflejado en las estructuras partidarias a la izquierda del PSOE que intervinieron en dicho movimiento, que por analogía simplista con el bipartidismo quedaban parcialmente vetadas para insertarse como cabeza pensante en el movimiento. Dicha analogía no estaba en ningún caso justificada, pero fue comprendida por los militantes que allí intervenimos. Su superación podría haber vinculado mucho más fuerte a los militantes con experiencia política a aquellos nuevos activistas que experimentaban su primera experiencia de lucha, contribuyendo en la superación de muchas de las limitaciones del anterior punto.
  • Nacimiento de una “ilusión social”. La gente que se movilizó lo hizo contra quienes pensaban que eran culpables de su situación: los partidos mayoritarios, el gobierno a favor de los bancos, la corrupción, los coches oficiales... El 15M en sus orígenes creó una imagen de lo institucional como el germen de la bancarrota de la democracia. Frente a estas instituciones decadentes, el 15M desató un intento de respuesta netamente anti-institucional. Solo hay que enunciar algunos de los colectivos que nacen directamente del reflujo del 15M para dar cuenta de este espíritu que solo busca la movilización en la calle sin alternativa política: PAH, Stop deshaucios, yayoflautas, las distintas mareas posteriormente... El movimiento, con un grado de inmadurez alto, se expresaba exclusivamente con operaciones fuera de lo electoral, sin plantearse la necesidad de dar la batalla de poder también dentro de las elecciones. Es cierto que en aquellos momentos no había aún capacidad para plantear una alternativa electoral. Pero lo que nos importa ahora es que el espíritu que el 15M abre un ciclo de movilizaciones importante que es dominado por esta “ilusión social”, donde todo se podría cambiar desde la movilización ciudadana sin influir en los espacios de poder estatales. Ilusión que retrasará la lucha en otros frentes que son igual de importantes.

Estos elementos nos parecen los más importantes a la hora de analizar las limitaciones del 15M para plantear una lucha social de largo aliento que fuera capaz de ganar victorias desde la movilización. La superación de sus limitaciones podría haber indicado caminos alternativos en la lucha en nuestro estado, pudiéndose haber frenado muchas de las políticas regresivas que se aplicaron desde el 2011. Sin ser así el 15M no se acababa sin victorias. Habría sido capaz de romper algunos de los mitos más importantes en los que se apoyaba la austeridad por entonces y sin los cuales hoy no existiría Podemos: la culpa de la crisis la tienen los trabajadores y el gasto público, no se puede hacer nada contra la crisis pues es un fenómeno natural, no hay alternativas posibles, la movilización no vale para nada... El 15M permitió iniciar un proceso de politización de masas que nos permite hoy estar hablando de una alternativa política real.

Del 15M a las Mareas

Después de la retirada parcial del 15M hubo movilizaciones de distinta envergadura e importancia, aunque no marcaban una tendencia clara: manifestaciones contra la reforma de la constitución, las manifestaciones internacionales impulsadas por el 15M el 15 de octubre del 2011 (con dimensión de masas muy importante), las movilizaciones estudiantiles con seguimiento desigual el 17 de noviembre, las importantes movilizaciones sindicales contra la reforma laboral del PP en enero del 2012 y la posterior huelga de marzo, el aniversario del 15M con movilizaciones de cientos de miles de personas, la muy mediática marcha de los mineros con movilización enorme en Madrid, las movilizaciones sindicales europeas el 14 de noviembre del 2012...

Todas estas movilizaciones fueron primordiales como primera experiencia política para cientos de miles de personas. Estas permitieron a mucha gente delimitar cierto campo político, aunque fuera confuso, y enseñarles de forma ambigua quienes eran potencialmente aliados y quienes eran sus enemigos directos. Como siempre, estos demostraron que para muchos la experiencia práctica precede a la consciencia y no viceversa.

Junto a esta oleada de movilizaciones dispersas desde finales del 2011 se gestan nuevas formas de lucha más organizadas que el 15M, las Mareas, que permiten respuestas más eficaces pero que no se encontraban carentes de errores que las incapacitarían como espacios de articulación de lucha con capacidad de ganar victorias. Se van creando una tras otra la Verde, la Violeta, la Blanca, Naranja, Roja...

Si el 15M expresó un rechazo a la política existente de forma muy genérica, las Mareas permitieron organizar muchas luchas sectoriales que vincularon a trabajadores del sector con sectores sociales con cierta concienciación: la Blanca por la sanidad, la Verde por la educación, la Violeta por políticas de igualdad...

Estas poseían cierta estructura de discusión y toma de decisión, lo que ya era un paso adelante con respecto al 15M, que nunca fue capaz de dar soluciones concretas a ello. Reuniones de base con toma de decisiones, coordinaciones regionales o autonómicas que avanzan plan de lucha y permiten extenderla en el tiempo, reivindicaciones concretas...

Este avance político y organizativo se vio materializado por ejemplo en las importantes movilizaciones de la Marea verde, como la Huelga Indefinida de Baleares o las Huelgas educativas a las que se sumó con una aportación importante, o la Marea Blanca y su triunfo en la paralización de la privatización sanitaria. La resolución de algunos de los problemas que arrastraba el 15M permitía mejorar la organización de la resistencia y obtener ciertas victorias. Pero el periodo de movilización de las Mareas siguió estando caracterizado por muchos elementos que bloqueaban su potencial de lucha:

  • Fragmentación de las Mareas. Es cierto que las Mareas fueron capaces de superar cierta fragmentación social y agrupar a sectores sociales importantes en torno a luchas sectoriales como las nombradas. Pero por lo general la coincidencia permanente o recurrente entre las Mareas no se dio, cosa que limitó la capacidad de estas a la hora de organizar la movilización y conseguir victorias. Otro gallo hubiera cantado si desde el inicio hubiera habido una convergencia entre todas en una especie de “Marea antiausteridad”.
  • La orientación sindical no cambia. Aunque en las Mareas también intervinieron sectores sindicalistas, la orientación sindical mayoritaria seguía en la misma línea de escasa movilización y búsqueda permanente del pacto. Por otra parte nunca se planteó una convergencia real con los agrupamientos sociales que fueron las Mareas.
  • Continua cierta inexperiencia. Desde el 15M se habían superado determinados elementos que bloqueaban la capacidad de lucha. Ya hemos aludido a la capacidad de las Mareas de definir objetivos programáticos y articular ciertos métodos de discusión y toma de decisión, lo que bajo todas luces era un salto hacia delante brutal. Pero las Mareas nunca fueron capaces de plantearse su permanencia en el tiempo, nunca fueron capaces de plantearse la construcción de estructuras permanentes que hicieran frente por una parte a los reflujos de los ciclos de movilización y por otra a la necesaria construcción de alternativas socio-sindicales (ya que las centrales cada vez estaban más retiradas de actividades movilizadoras).En este periodo igualmente se avanza en la convivencia entre los sectores organizados previamente (sindical o partidariamente) y los nuevos sectores activistas.
  • Las Mareas son continuadoras de la “ilusión social”. En este elemento las Mareas no innovan con respecto al 15M, como si hicieron con respecto a otros elementos. Los sectores sociales partícipes o movilizados con las Mareas solo se plantean la resistencia y la lucha desde posiciones exclusivamente anti-institucionales. No haber planteado una reflexión en torno a las posibilidades de abarcar la lucha anti-austeridad también desde participación electoral fue algo que las debilitó.

En resumen, las Mareas mejora en muchos aspectos la capacidad movilizadora del 15M, siendo las Mareas un fenómeno que igualmente se inscribe en el largo periodo de movilización que el segundo abre. Sin embargo no superar la fragmentación sectorial, no abordar reflexiones de calado sobre alternativas socio-sindicales (imprescindible para dar una lucha de largo aliento) y no resolver otros tantos elementos, limitaron la capacidad de las Mareas de conseguir victorias extra-parlamentarias. Reforzaron consensos anti-austeridad que nacieron con el 15M y dieron un nuevo empuje a una etapa de politización de masas. Pero que las Mareas, tal como el 15M, no fueran capaces de conseguir victorias políticas vía movilización será un elemento que determinará la próxima etapa del largo ciclo del 15M.

Podemos, el salto a la política y el inicio de la ilusión electoral

Durante buena parte del 2013 hemos vivido un retroceso parcial de los movimientos antiausteridad que crecían y se diversificaban desde el 15M. Excepto ciertas excepciones de gran envergadura, como la Huelga Indefinida de profesores en Baleares, Gamonal o las Marchas de la Dignidad, la dinámica general es de retroceso de las movilizaciones. Dicho retroceso es una consecuencia directa de lo que anunciábamos al final del apartado anterior. El no haber conseguido victorias en dos años largos de movilización hacen mella en cualquier movimiento, por mucho que se diversifique y supere ciertas limitaciones. El retroceso de las luchas tenía una relación íntima con la incapacidad de estas de conseguir victorias vía movilización.

Sin embargo las consecuencias de las políticas de austeridad continuaban y se unían a otra tanda de políticas austericidas. En este contexto, donde además los consensos anti-austeridad y el ciclo de politización dejó un poso enorme, la desmovilización no se saldaba con la estabilización del bipartidismo ni del capitalismo. El sentimiento anti-austeridad desmovilizado buscaba una salida que no fuera la removilización social. Buena parte de estas buscaba en la vía electoral una salida propicia.

Pero esos consensos y politización de masas gestados desde el 15M no serían capaces de crear un espacio de agregación política por si solos. Haría falta la intervención de un sector que estuviera decidido a saltar al terreno político. Y es aquí donde el lanzamiento de Podemos por Pablo Iglesias e Izquierda Anticapitalista es crucial para inaugurar una nueva etapa en el largo ciclo del 15M.

Desde enero hasta las elecciones europeas se constata que la operación del salto político se encuentra acorde con el espíritu de las resistencias. Se ve en la capacidad mediática, la masividad de las presentaciones, la creación de cientos de círculos de activistas, los sondeos...

Sin embargo los resultados electorales del 25M suponen un punto y aparte en la etapa del ciclo 15M. Los cinco eurodiputados de Podemos junto con la pérdida de votos del PSOE y PP y el estancamiento de IU provocan una hecatombe política y hace florecer nuevos elementos que caracterizan las luchas anti-austeridad en nuestro estado. Nos centraremos solo en analizar estos aspectos y su repercusión en la configuración de Podemos.

  • La fragmentación toma nuevas formas. El asalto a la política permite destruir la fragmentación sectorial que tenían las Mareas y plantearse la política como la lucha por lo colectivo, por los intereses generales de la gente trabajadora frente a los privilegios que ganaban banqueros y grandes empresarios gracias a las políticas bipartidistas. Pero la fragmentación esta vez no toma en el seno de Podemos formas sociales, sino formas políticas. En determinados momentos se ha creado una tensión artificial entre los nuevos sectores activistas y los militantes de la izquierda que desde hace décadas vienen peleando por lo mismo. En nuestra opinión la superación de esta fragmentación debe pasar por la aceptación de que Podemos sigue siendo un proyecto plural que pretende ver colectivamente como cambiamos lo que hay. En esa discusión, definir la línea política no es un trabajo de expertos, sino que es un trabajo en equipo, democrático. Y en todo equipo hay diferencias sobre cual es el buen camino a seguir. Legalizar y aceptar estas diferencias es importante para una buena discusión sobre “cual es la linea” y para evitar tendencias burocráticas y dictatoriales.
  • La inexperiencia bajo nuevas formas. Sin haber resuelto el conjunto de problemas que quedaban pendientes en las Mareas en lo referente a la resistencia social, una parte del movimiento anti-austeridad en el estado debía hacer frente a un nuevo reto sin ningún tipo de manual ni bagaje previo: la construcción de Podemos como un proyecto político y organizativo. Para que los activistas de Podemos avancen en este sentido es imprescindible dejar de lado los prejuicios y discutir democrática y políticamente cada propuesta, venga de donde venga. Y por supuesto retomar de nuevo la articulación permanente de lo social que las Mareas aún tienen pendiente.
  • El salto a la política: fin de la ilusión social e inicio de la ilusión electoral. El reflujo de las movilizaciones y el enorme resultado de Podemos acabarían con lo que desde el 2013 se iba desgastando: la idea de que se podían frenar todos los ataques neoliberales desde las resistencias sociales. Este elemento junto con los buenísimos resultados electorales y las perspectivas de seguir creciendo en intención de voto aplastaría esa ilusión social y la sustituiría por un giro de 180º: nace la idea de que todos los ataques austericidas se pueden acabar vía electoral, por simple incremento de votos de una fuerza organizada dentro del estado. Nos encontramos ante la cristalización de una perspectiva igualmente errónea que la ilusión social: la “ilusión electoral”.

Los retos

Abordamos ahora de forma muy genérica los dos retos a los que nos enfrentamos en los próximos años, tanto dentro de Podemos como en el terreno político en el Estado Español.

  • Encarar el reto que supone la organización social permanente. Si pensamos que en lo electoral no nos lo vamos a jugar todo y que hay que replantear la batalla también en lo social, hay que replantearse como superar los problemas que heredamos para organizar permanentemente lo social. De un lado tenemos un sindicalismo enclaustrado en el pacto social, de otro un movimiento social en declive que no ha creado grandes alternativas organizativas al sindicalismo clásico en nuestro estado. Tendrá que ser entonces desde nuestra agrupación política, Podemos, desde donde planteemos un debate cierto sobre la construcción de alternativas socio-sindicales, sin las cuales las resistencias del bipartidismo, del régimen y de las clases dominantes será difícil, sobre todo en la empresa privada. Este es un reto estratégico sobre todo en momentos en los que el PSOE se puede reajustar a la situación y reestabilizar el régimen, proceso que no está descartado y que pondría de actualidad la necesidad de la organización social amplia.
  • Luchar contra la “ilusión electoral”. Hay varias trabas que se plantean frente a un supuesto proceso idílico según el cual por medio de la simple acumulación de votos vayamos a frenar la austeridad sin apoyarnos en la movilización social y la construcción de poder popular: 1 Reacciones y campañas del bipartidismo contra el programa que ellos calificarían de hecatombe económica (como ya hicieron en Grecia contra Syriza) que podría frenar a una parte importante del electorado; 2 Necesidad de romper con la constitución actual (en especial con el artículo 135 que prioriza las políticas de recortes) y con la arquitectura del régimen del 78. Esta ha sido la base estructural para todas las políticas austericidas. Los intentos de ruptura con la constitución despertarían resistencia por parte de los cargos del estado; 3 Reacciones en la sociedad civil de las clases dominantes (empresarios, banqueros...) contra lo que serían políticas que irían objetivamente contra sus intereses materiales: sabojate económico, organización social de los estratos sociales de la derecha... 4 Superación de las resistencias unitarias que se encenderían entre el bipartidismo, el aparato del estado y las clases dominantes. Dicha relación orgánica donde encuentra su máxima expresión es en la “política de puertas giratorias”, donde los mandos de gobierno terminan recolocados en puestos de administración de grandes empresas. Aquí vemos que hay una relación orgánica entre los aparatos del estado y los monopolios...

La superación de todas estas resistencias y la aplicación de un programa anti-austeridad no podría hacerse solo desde las batallas electorales. Vencer estas resistencias tanto en el interior del estado como en la sociedad civil es crucial para la dar un giro radical en la vida política. Y eso solo seremos capaces de hacerlo mediante batallas tanto dentro como fuera del estado, ganando terreno electoral y articulando poder popular en relación a este terreno que nos permita ganar batallas electorales y fuera de este. Por tanto no se trataría de volver a la ilusión social, sino ver cómo damos la batalla en todos los frentes para politizar y ganar al máximo de gente trabajadora y a la vez superamos las resistencias del régimen del 78, del bipartidismo y de las clases dominantes. Y todo esto en un contexto donde el retorno de la movilización social no está asegurada. Estos deben de ser los planteamientos a los que una hipótesis estratégica de poder popular debe dar respuesta.

31/08/2014

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