NoEstasSola

Domingo 31 de agosto de 2014, por Mar

Joana Nogués, activista social

Han pasado justo dos semanas del suceso de agresión sexual de una chica de 20 años en el recinto ferial de Málaga, dos semanas en las que he estado leyendo atentamente la prensa y todo lo que se ha venido publicando al respecto. Y no puedo dejar de sentir un profundo malestar y preocupación.

Malestar por el sobreseimiento tan rápido que la jueza ha dado al caso. No hay pruebas que lo demuestren: archivado y carpetazo. Casi instintivamente me surge el preguntarme ¿Quién se queda llorando y desorientada tirada en la calle después de practicar el sexo de forma consentida? ¿Qué gana la chica poniendo una denuncia si no hay fundamento para ello? No es lo mismo que no haya sucedido y que no haya pruebas, eso lo sabemos, pero así son las reglas del sistema judicial y su reto/debilidad, dirían algunos.

Preocupación por el tratamiento mediático que ha tenido, hemos asistido por parte de alguna cadena televisiva a un reality show que so pretexto de ‘nos limitamos a contar lo sucedido… ustedes saquen sus conclusiones’ ha establecido un juicio mediático en paralelo no solo sobre el caso de la agresión sexual de esta chica, sino sobre las agresiones sexuales en general, que ha recreado una serie de ideas e imágenes sobre lo que es una violación más cercanas a lo que se ve en las películas que a lo que es y a lo que sucede cotidianamente. Más que sensibilizar a la sociedad, con ello se perpetúan y reproducen estereotipos. Por otra parte, hemos asistido a una especie de silencio mediático de otros medios que han preferido ante el discurso de la falsa acusación hacer la no-noticia y mojarse lo menos posible.

Por suerte hemos podido leer también artículos de activistas que han dado una visión más compleja y completa de la realidad, hemos visto movimiento en la redes con el hastag #noestassola y la campaña de petición de firmas en change.org para que se reabra el caso, o la concentración del pasado lunes 25 de agosto frente al Ministerio de Justicia de Madrid para denunciar la impunidad ante los casos de violencia machista y la falta de respuestas.

No obstante, el tratamiento generalizado que se le ha dado a este caso ha contribuido a reforzar y reafirmar ideas sobre la agresión sexual que necesitan ser impugnadas porque nos destierren de nuevo a las mujeres en el campo de hacernos sentir miedo por la vida que llevamos con frases como ‘hay veces que a las seis de la mañana una mujer sola tiene que cuidar un poco donde va’ del famoso alcalde-exabrupto de Valladolid; de hacernos esconder con las recomendaciones del Ministerio de Interior entre las que figura ‘Si vive usted sola, no poner el nombre de pila en el buzón de correos, sólo la inicial. Eche las cortinas al anochecer para evitar miradas indiscretas. Tenga encendidas las luces de dos o más habitaciones para aparentar la presencia de dos o más personas en el domicilio’. De responsabilizarnos por ser violadas, cuando se argumenta que varios testigos vieron ese sábado a la chica bailando con lo chicos en la caseta donde trabajaba, como si eso significara que la chica quería practicar sexo con ellos, todos a la vez y siendo grabada. De culpabilizarnos con la idea de son ‘chicos buenos’ como argumentó a su favor un vecino del barrio, de lo que se desprende que ella es la ‘chica mala’ que les provocó. Como Beatriz Gimeno explicaba en un artículo con la metáfora de “sexualidad hidráulica” se nos presenta a los hombres como a personas que llegadas a un momento en la excitación sexual ya no pueden parar y que, por lo tanto, no cabe provocarlos.

A mi entender, tres ideas erróneas han planeado estos días en los medios y en los debates que nos hacen un flaco favor en la lucha contra las agresiones sexuales, que desandan un camino que parecía estar andado.

La primera lo que es una agresión sexual. Una agresión sexual, haya o no penetración en cuyo caso es de tipo agravado y el código penal lo considera violación, pasa por el hecho del no consentimiento. Decir contigo quiero pero no si tus amigos están delante y seguir con ello es agresión sexual, decir quiero dejarlo aquí y seguir con ello es agresión sexual, decir quiero si es con condón y seguir adelante sin ponérselo es agresión sexual, lo es por el hecho de no respetar el NO cuando este se expresa. Que corta el rollo en un momento dado, que no es lo que uno esperaba, que jode que eso le pase a uno, pues claro, puede ser, eso nadie lo niega, pero no hay derechos previamente adquiridos sobre la otra persona. “No es decir no”, no es ponerse exquisita, no es haber sido una calienta-braguetas. Y no respetar ese NO es no considerar a la persona que se tiene delante como una igual y es cometer una agresión sexual.

La segunda cómo actúa una mujer ante una agresión sexual. Uno de los jóvenes acusados declaraba que “una persona que realmente denuncia por agresión sexual debería de por lo menos tener marcas en el cuello, marcas en las manos, pegaría chillidos… pero es que no fue nada de eso” “Ella no tiene ninguna marca de malos tratos y nosotros tampoco”

Lamentablemente cuando se valora la agresión a nivel judicial los daños físicos visibles pesan mucho. Moratones en las muñecas o las piernas, mordeduras, chupetones en el cuello, rozaduras desgarro vaginal son las muestras más evidentes de la violencia ejercida en una agresión pero no se produce en todas las violaciones.

La idea de que una mujer se dejará la vida antes que ser agredida sexualmente y que gritará hasta desgarrarse las cuerdas vocales es una de las imágenes más habituales y socorridas de las películas y a partir de la cuál mucha gente se hace una idea de cómo ocurre, pero la realidad no demuestra un solo patrón, hay mujeres que el miedo las paraliza, otras que se dicen a sí mismas que cuánto menos resistencia opongan mejor puesto que antes acabará y menos daño provocará. La realidad no es que supere a la ficción es que difiere de cómo se representa.

La tercera quiénes son y no son mujeres agredidas sexualmente. Se tiende a pensar que la mujer violada lo es por un hombre desconocido que la asalta en una calle oscura, un ascensor, un parking… y esos son escenarios donde se pueden producir violaciones pero las cifras señalan que una mujer es más propensa a ser violada por una persona conocida que por un extraño y eso no ocurre necesariamente en esos escenarios.

Hay violaciones que se dan en situaciones de intimidad del domicilio de las que no solamente es difícil, obtener pruebas, o denunciar, sino incluso aceptar una misma que ha sido una agresión sexual. Una trabajadora del sexo que un momento determinado puede pedir no proseguir y se sigue con ello porque se ha pagado dinero y se cree que hay un derecho adquirido, dentro del matrimonio cuando la pareja puede estar durmiendo o no apetecerle y se fuerza porque ‘es mi mujer y tengo derecho’, o con alguien conocido con quien has estado tonteando pero con el que no quieres tener sexo y prosigue con ello, con la idea de ‘no estaría jugando conmigo si no quisiera, le va el rollo’. O situaciones que se ven menos graves por el contexto en el que se dan, como que te toquen una teta en los San Fermines, te toquen el culo en las Fiestas de Gracia, se te refrieguen en la Aste Nagusia, aunque sean tocamientos sexuales más rápidos, menos invasivos o dolorosas no dejan de ser agresiones sexuales no consentidas.

Se estima que en la UE, entre el 20 y el 25% de las mujeres han sufrido violencia física en alguna ocasión (datos de 2013). Datos demasiado relevantes para dejar que se resuelva el asunto a través de los “consejos de aplicación individual” que ofrece el Ministerio, o permitir un show mediático del hecho situando a la chica como o culpable de mentir o culpable por ser una ‘fresca’, pasando así de víctima a victimario, o decidir apostar por un perfil mediático bajo por si es falsa denuncia cuando las denuncias falsas son mucho menos del 0.5 del total según el propio Consejo General de Poder Judicial sin analizar las implicaciones que ello tiene.

“Tener amigos que defienden la violencia contra las mujeres es un grave factor de riesgo para cometer una agresión sexual”, decía Laura Gaelx que en un artículo de hace unos días con referencia a las conclusiones a las que llegaban diversos estudios realizados en Estados Unidos. Creo que sería igual de acertado afirmar que “tener instituciones –e incluyo aquí no solo poderes públicos y gobierno sino también los medios de comunicación- que no abordan adecuadamente la violencia contra las mujeres supone un grave factor de riesgo que no contribuye a acabar con las agresiones sexuales”.

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